viernes, 13 de septiembre de 2013

notas rectorado

El Rectorado luego de haber leído con detenimiento las palabras de la profesora Leslabay, quiere hacerles llegar, y por su intermedio a los integrantes de vuestros departamentos nuestra reflexión al respecto.
Cordialmente,
Rectorado
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Nota Profesora Leslabay: 
La escena del jueves 29 de agosto, en el contexto de una reunión institucional entre Rectorado, Directores y Coordinadores, no es nueva. Es una reiteración de la ignominia que nos entrama. Y es este aspecto sobre el que me interesa reflexionar porque ella tiene lugar en nuestro lugar de trabajo, con todo lo que ello significa para el desarrollo de la subjetividad.

En estos días he leído mucho, buscando autores que con su palabra me acompañen en el pensar. Esta escritura no es un modo de apropiación del significado, sino su apertura misma . No es un escrito para la academia ni sigue sus reglas. Las referencias bibliográficas están en el lugar de otras voces, con las que he entrado en diálogo, de las múltiples que me habitan.

A nadie escapa que el trabajo es estructurante , en el sentido que abre a un campo de posibilidades sociales donde dar trámite a nuestros deseos y es una herramienta en la conquista del equilibrio y la salud mental. El trabajo es ante todo un proceso subjetivo singular, pero implica procesos subjetivos colectivos por cuanto conforma comunidades de pertenencia.

El trabajo , al menos desde la tradición de la modernidad, asume un valor central porque se lo considera la única propiedad de todo individuo (Locke, Smith). Luego, en una segunda dimensión, más antropológica, el trabajo es definido como creatividad humana, como realización de uno mismo (Hegel, Marx). Más tarde, la dimensión del trabajo como solidaridad, considera que el trabajo crea lazos funcionales de dependencia y, más concretamente, de acceso a derechos y protecciones (Castel, Polanyi). 

Estas voces, provenientes de campos de conocimiento diverso como psicología, sociología, filosofía, antropología, política coinciden en destacar los múltiples sentidos que asume el trabajo humano. Entre todas ellas, mi voz susurra por su propio trabajo: mi trabajo en el Joaquín, donde estudié hace muchos años, donde soñé estar como realización personal, donde construí fuertes lazos de pertenencia, donde trabajo por el derecho a la educación pero también por el derecho a trabajar, donde me gano la vida.

Este es el punto en que intento sobreponerme al dolor personal y ensayar, en la escritura, un puente entre la emoción y la cognición. Poner a circular aquí, en mi trabajo, en donde sufro, en donde otros sufren, unas palabras que abran a otras palabras, tal vez en la ilusión ingenua de creer en el poder sanador de la palabra. Es mi trabajo, pero es también el trabajo y el lugar de trabajo de casi mil personas. De lo que se trata entonces es de poder pensar sobre nuestro trabajo en el Joaquín.

Hace unos pocos días atrás todos nos conmovimos, movilizamos y repudiamos un acto canalla y brutal como fueron las amenazas y persecuciones sufridas por la Rectora y su familia. Escena reiterada también, recordemos que ya la padecieron el anterior Rector, personal de administración y una estudiante.

Otras escenas, menos brutales, pero también fuertemente violentas, tienen lugar cuando se acusa a las personas, identificadas con nombre y apellido, en volantes y carteles, en asambleas o reuniones de trabajo, en un ejercicio de potestad jurídica de facto, omnímoda, petulante, totalitaria, soberbia, prejuiciosa, impropia del estado de derecho.

Y lo más significativo es que todo ello sucede en el lugar de trabajo, donde todos los trabajadores, sin excepción, nos ganamos la vida. En el lugar donde la subjetividad individual se pone en juego en un estar en común, que “es estar en el afecto: ser afectado y afectar. Es ser tocado y es tocar. El “contacto” – la contigüidad, la fricción, el encuentro y la colisión - es la modalidad fundamental del afecto. Lo que el tocar toca es el límite: el límite del otro –del otro cuerpo, de lo impenetrable -. […] La relación con el límite se regula […] lo político nace inmediatamente como una regulación de los afectos.” 

Puede pensarse que no hay reconocimiento de ese límite, o mejor dicho, que prima un deseo de violentar ese límite, de arrasar o aniquilar al otro para constituir un nosotros que se funde en un no - otros.

Y en esa pretensión, la instalación de una gramática de la sospecha y el descrédito, la infamia y la difamación, se alza como modalidad y como regulación misma. La desconfianza y la interpretación maliciosa y aviesa parecen haber cooptado las relaciones e intercambios entre los agentes institucionales.

Hemos naturalizado la demonización de algunas personas a las que, sin que medie argumentación alguna ni derecho a la palabra, se las constituye en enemigo y blanco-objetivo de ataque irracional. El hostigamiento caprichoso y arbitrario hacia una persona es una manifestación de crueldad y de persecución ideológica, provenga del arco ideológico del que provenga. 

Es curioso también el lugar de “testigos mudos” en el que queda ubicada una mayoría entre silenciosa, indiferente, atemorizada, cómplice. No nos engañemos ni tengamos para nosotros mismos palabras tibias. “La crueldad como sociopatía, la vera crueldad, no se limita a la tortura. Puede muy bien reportarse a un padre de familia arrasador, a un sistema político, a la precariedad de determinadas condiciones de trabajo. Algunas de esas muchas formas están socialmente encubiertas […]; se genera allí el saber canalla, discriminador, propio del vero cruel, aquel que pretende saber toda la verdad sobre la verdad y discrimina todo otro saber que no coincida con el suyo. Esa discriminación excluye, odia y, cuando puede, elimina; eliminación que a su vez reconoce diferentes grados […]” 
Tal vez se trate de asumir con coraje y valentía la sociopatía y el consecuente malestar institucional que nos envuelve y domina para poder sanar, para poder, si es necesario, pedir ayuda.

Recordemos, al menos quienes hemos vivido épocas de crueldad, que de la sociopatía no se sale con panfletos, ni declaraciones románticas ni enunciados políticamente correctos. La crueldad no sana fácilmente porque carcome el tejido social, porque carcome el límite del otro y arrasa toda regulación de ese límite. Es bien posible visibilizar esa crueldad investida con nuevos formatos, desplazada de sus objetos primeros hacia otros objetos.

Y recordemos también que no alcanza con expresar consideraciones del tipo “no te enganches”, “dejala pasar”, “tomala como de quien viene”, “ponerte mal en público te perjudica”, etc, etc. Pueden ser expresiones bien intencionadas, seguramente. Pero convengamos que ocultan la crueldad y terminan favoreciendo su desplazamiento. 

1 Cf. Cragnolini, M. (2007) “Postfacio. La comunidad de Nancy: entre la imposibilidad de representación y el silencio”. En: Nancy, J-L. La comunidad enfrentada. Buenos Aires: Ediciones La Cebra
2 Cf. Dejours, C. (1992) Trabajo y desgaste mental. Una contribución a la Psicopatología del Trabajo. Buenos Aires: Humanitas 
3 Cf. Dubet, F. (2006) El declive de la institución. Profesiones, sujetos e individuos en la modernidad. Barcelona: Gedisa
4 Nancy, J- L (op cit) Pp. 51-52. La negrita me pertenece.
5 Ulloa, F. (2012) Salud ele- Mental. Con toda la mar detrás. Buenos Aires: Libros del Zorzal
6 Kaës, R. (1989) “Realidad psíquica y sufrimiento en las instituciones” En: Kaës, R et alt. La institución y las instituciones. Buenos Aires: Paidos
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Respuesta Rectorado: 
Estimados todos:
Nos tomamos un tiempo para poder responder a las palabras de Liliana luego de una reflexión en equipo y con la responsabilidad que conlleva buscar el consenso en el disenso, aceptar los conflictos, transitarlos y, en nuestra firme decisión, resolverlos para el bien general de la institución.
Es por ésto, que desde nuestra reflexión, consideramos que lo dicho por Liliana es un profundo análisis de lo que nos viene pasando desde hace un tiempo y, como ella dice, es bueno recurrir a otras fuentes, más allá de nuestras percepciones personales y vivencias para tratar de poner en palabras situaciones conflictivas que es nuestro deber enfrentar para buscar salidas. No nos atemoriza que estas situaciones salgan a la luz y que podamos todos tener un espacio para expresar nuestras ideas. Pero sí nos preocupa que estas situaciones sean “antagónicas”: el otro que no opina como yo es un enemigo a vencer. Nuestro objetivo es respetar la diversidad considerando que el adversario sólo tiene otro posicionamiento ante las distintas situaciones conflictivas pero que entre esa posición y la personal se construye una tercera, una nueva situación que recrea algo nuevo, que anticipa lo “ya decidido”.
Para esto se necesita paciencia, racionalidad y ética política. La palabra siempre es mediadora y,muchas veces sanadora, es por eso que trataremos de seguir por este camino, como aconsejó Raúl en la reunión. Poner en palabras nuestras creencias, nuestro sentir, nuestros anhelos, nos exponen y permiten conocernos. En la medida en que reconocemos en el otro un ser humano pleno con los mismos u otros imaginarios, sentimientos, trayectorias, tanto o más valiosas que las nuestras. En la medida que tenemos certeza de nuestras convicciones podemos ir al debate, a la discusión sana de ideas sin menosprecio, sin actitudes violentas, sin gritos y sin maltrato. Este ejercicio nos exige generosidad, empatía, paciencia y solidaridad, valores que ponemos en juego a diario en nuestras aulas. Reducir la expresión de un otro nos empobrece, nos limita, nos quita la posibilidad de falsar nuestra propia arquitectura afectiva y racional… y reconocer una propuesta mejor.
De todas maneras, creemos que también el silencio es una posición que muchos deciden tomar y la interpretación, la decisión de “ese silencio” será responsabilidad de cada uno de aquellos que lo elijen. No está en nosotras juzgarlo, pero sí creemos que todos debemos desde el rol – y la responsabilidad que conlleva- participar para contribuir a que “el estar en común” sea una experiencia fructífera y superadora para cada uno de nosotros y, sobre todo, para la institución. 
Alguien ha dicho una frase que no debemos olvidar “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos.”
La palabra es terapéutica, la palabra tiende puentes, el diálogo es conducente, es condición necesaria en el ser humano, pero no es suficiente.
Es por esto que desde nuestro equipo de conducción les propondremos algunas acciones para llevar a cabo en los distintos escenarios que transitamos a diario. Dejamos abiertas todas las posibilidades a que nos propongan sugerencias, acciones, propuestas para que las analicemos y lleguemos a acuerdos para llevarlas a la práctica.
Esperamos la colaboración de todos y celebramos poder encontrar estos espacios que más allá de de las dificultades que encontramos a diario, nos dignifican como grupos que se hacen cargo del malestar institucional, lo analiza, lo verbaliza y lo trata de transformar en una instancia superadora con racionalidad y responsabilidad.
Nos debemos como colectivo este desafío, como formadores de docentes, como seres humanos.
No podemos permitirnos dar lugar a la violencia, al desgano, a la indiferencia, al silencio. La historia nos enseña que jamás nos ha llevado a buen puerto.
Patricia Simeone
Andrea Leone
Liliana Olazar
Claudia Varela

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